miércoles, 15 de mayo de 2013

La maldición de Bela Guttman

Acaba una edición de la Europa League coronando a un Chelsea que en dos años ha ganado los dos máximos títulos continentales, podría haber sido una final más si no estuviese al otro lado el conjunto del Benfica, maldecido desde hace más de medio siglo por alguien que lo llevó a vivir las cotas más altas que jamás se han vivido en la parte encarnada de la ciudad de Lisboa.

Con la creación de la Copa de Europa, los conjuntos europeos tuvieron la oportunidad de dilucidar quien reinaba en el viejo continente, tras las primeras cinco ediciones, nadie fue capaz de apartar del trono al Real Madrid de Di Stefano, Gento y compañía, hasta que en 1961 llegaron los portugueses del Benfica encabezados por su entrenador húngaro, Bela Guttman.

Bela Guttman junto a Eusebio posan con la Copa de Europa
Precedido por una larga ristra de éxitos, Bela Guttman desembarcó en Lisboa para tratar de igualar todo lo logrado anteriormente tanto en Hungría como en la propia Portugal con el Oporto, así fue que con un sistema de 4-2-4 donde atacaban seis jugadores y defendían otros seis consiguió llevar a las Águilas a conseguir dos Copas de Europa en los años 1961 y 1962 derrotando en la final al FC Barcelona y al Real Madrid respectivamente, y cosechando los dos primeros y hasta la fecha, últimos títulos europeos para los lisboetas.

Lo que ocurrió a partir de ahí forma parte de la leyenda y la mísitca y el paso de los años no hace más que acrecentar la leyenda de este hombre. Corría el verano de 1962 y el preparador húngaro pidió a los dirigentes del Benfica que le aumentaran el sueldo como premio a las dos copas de Europa cosechadas bajo su mandato. La respuesta de la directiva fue negativa y Bela Guttman rompió su relación con la entidad lusa lanzando una frase que cada año que pasa pesa más en los corazones de los aficionados del Benfica: "SIN MÍ, EL BENFICA NO VOLVERÁ A GANAR UN TÍTULO EUROPEO EN CIEN AÑOS".

En un principio todo parecía fanfarronería y palabras lanzadas desde el odio o la frustración, máxime cuando el Benfica volvería a jugar la final de la Copa de Europa un año después comenzando con el inicio de la maldición. El AC Milán derrotaría al Benfica por dos goles a uno.

Dos años más tarde sería el Inter de Milán quien doblegara al equipo portugués y en 1968 sería el Manchester el ganador de la tercera final disputada por el Benfica desde que Bela Guttman abandonara el club. Por aquel entonces la maldición era una realidad, que se pudo romper en 1983 cuando el Benfica consiguió llegar a la final de la Copa de la UEFA ante el Anderlecht. El resultado os lo podéis imaginar, la Copa de la UEFA cogió rumbo a Bruselas. Cinco años más tarde, otra vez en Copa de Europa, el Benfica hincaba la rodilla de nuevo, esta vez ante el PSV de Eindhoven.

Y llegamos a la final de la Copa de Europa de 1990 celebrada en el Pratter de Viena, sí en Viena, lugar
Alineación del Benfica en la final de Viena
donde se encuentra la tumba del entrenador húngaro desde que falleciera en 1981. Cuenta la leyenda que Eusebio, el jugador más grande de la historia del Benfica e integrante de la plantilla que ganó las dos Copas de Europa, sabedor de la larga maldición que perseguía a su equipo fue a visitar su tumba y dejarle un ramo de flores antes de esa final para que se apiadara de ellos y levantara ese castigo lanzado casi treinta años antes. No sirvió de nada, un gol de Frank Rijkaard volvía a enterrar las ilusiones lisboetas por sexta vez en una final europea y coronó al Milan como campeón de Europa.

La séptima final perdida la acabamos de ver todos, un Benfica muy superior y con innumerables ocasiones, es doblegado por un gol de Ivanovic cuando el partido se hallaba en el descuento. Ver para creer.

Imagen del Benfica en finales desde que Guttman no está
Tras todo lo expuesto, no creo mucho en las maldiciones, no creo en ninguna menos en ésta, si fuera aficionado del Benfica estaría muy apesadumbrado aunque también se puede ver el vaso medio lleno, ya quedan sólo 49 años para que acabe el maleficio, más de la mitad ya se ha cumplido y es que el que no se consuela es porque no quiere.

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