jueves, 30 de diciembre de 2010

Los ancestros del Dream Team (2ª Parte)


14 de Julio de 1970, estadio Jalisco, Guadalajara ( México), Brasil y Perú, disputarían uno de los cuartos de final más espectaculares que se recordaban, y es que cuando dos equipos juegan sin ninguna preocupación defensiva el espectáculo para el espectador está más que garantizado, otra cosa es lo que pensaran los entrenadores. Brasil hizo gala de un derroche de fútbol increible y es que si alineas en tu equipo titular a cinco números 10 como eran Gerson, Rivelino, Tostao, Jairzinho y Pelé el espectáculo está garantizado. Del otro lado Perú, liderada por Cubillas y el Jet Gallardo, que trataron de vencer a los cariocas usando las mismas armas, esto es, el fútbol de ataque y de arte que terminaría encumbrando a la selección dirigida por Lobo Zagallo.

Evidentemente, ante este panorama, venció el equipo que más dominaba el  fútbol espectáculo y de ataque, y el resultado fue espectacular, 4 a 2 para Pelé y compañía con goles de Rivelino, Tostao por partida doble y Jairzinho para los brasileños y Cubillas y Gallardo para el conjunto andino. Un escollo menos en el camino hacia el título donde ahora esperaba un partido contra la historia, Uruguay, con el recuerdo del maracanazo en la memoria de los brasileños.


Y por fin llegó la tan ansiada semifinal ante un rival como Uruguay con la sombra del maracanazo planeando aún en la mente de los jugadores brasileños que, si bien eran unos niños cuando tal hecho sucedió, sentía la responsabilidad de vengar a todo un país de lo sucedido 20 años antes por culpa de los goles de Schiaffino y Gigghia. Cuenta el capitán Carlos Alberto que los Uruguayos trataron de amedrentar a los suyos recordándoles tal hecho incluso ya en el sorteo de campo, y a buena fe que lo consiguieron, puesto que no se habían disputado ni 15 minutos cuando Uruguay mandaba en el marcador, en el juego y sobre todo en la mente de sus rivales. ¿Sus armas? Muy simple. Juego duro, tosco, agresivo, marcaje sobre los cinco magníficos y derroche físico hasta más no poder.

Brasil estaba maniatada sin saber que hacer hasta que Gerson sacó a relucir su talento y no solo el futbolístico precisamente. Viendo que el marcaje al hombre sobre el centro de creación era inabordable, tuvo la frialdad de observar durante el partido que su compañero Clodoaldo (un centrocampista de contención cuyo trabajo era básicamente guardarles las espaldas a los 5 "fenómenos") estaba permanentemente solo por lo que de mutuo acuerdo con Mario Zagallo decidieron intercambiar la posición, retrasar a Gerson y que Clodoaldo fuera quien cogiera la manija del ataque. Fruto de todo ello y ante el desconcierto uruguayo que no había previsto tal movimiento, Clodoaldo se incorporó al ataque libre de marca y anotó el empate justo antes del descanso.

En la segunda parte todo fue más fácil y Uruguay aguantó mientras las piernas respondían, así pues, Jairzinho primero y Rivelino despues, lograron solventar un dificilísimo partido y cerrar una herida que llevaba sangrando 20 años en los corazones de los brasileños. Ya solo quedaba el partido final ante Italia, un paso separaba a este equipo de ser recordado para siempre pero esto se merece un capítulo aparte del que pronto hablaremos.











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